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Trauma oculto y las heridas emocionales que se reflejan en tu cuerpo

El trauma no siempre deja huellas visibles. A veces no hay cicatrices físicas ni recuerdos claros. Pero el cuerpo recuerda. Y lo hace a través de dolores inexplicables, enfermedades frecuentes, tensión muscular, cansancio crónico o problemas digestivos. Son las señales silenciosas de un trauma emocional no resuelto.

Muchas personas viven con síntomas físicos persistentes que no tienen una causa médica clara. Van de médico en médico, se hacen pruebas, toman tratamientos, pero el malestar persiste. Y es que a veces el origen no está en el cuerpo, sino en el alma. El trauma ha sido una pérdida, un abuso, una situación de miedo extremo o incluso una infancia marcada por la falta de afecto. Aunque la mente lo haya bloqueado, el cuerpo lo conserva.

El trauma oculto se manifiesta cuando esa herida emocional no procesada sigue activando mecanismos de defensa. El cuerpo se mantiene en alerta, como si el peligro todavía estuviera presente. Esto genera tensión continua, dificultad para relajarse, problemas para dormir o dolores físicos que no desaparecen.

Afecta la forma en la que te relacionas. Tal vez te cueste confiar, establecer vínculos estables o sentirte seguro incluso en entornos tranquilos. El cuerpo se cansa de vivir en modo defensa, y lo expresa a través del malestar físico.

Comienza por escucharte

Escuchar tu cuerpo es el primer paso. No se trata de pensar que todo es psicológico, sino de entender que mente y cuerpo están profundamente conectados. El cuerpo te habla cuando la mente ya no lo sostienes más. Y merece ser escuchado con respeto y compasión.

Si sospechas que estás cargando con un trauma oculto, no estás solo. Muchas personas han vivido experiencias dolorosas que quedaron guardadas por años. Buscar ayuda profesional es fundamental. Un terapeuta ayuda a explorar ese pasado sin revivirlo, a ponerle palabras a lo que no se dijo, y a liberar al cuerpo de esa tensión acumulada.

Existen terapias específicas para trabajar trauma, como el EMDR o la terapia somática, que ayudan a integrar la experiencia sin necesidad de revivir el dolor. La sanación es posible, y empieza por reconocer que lo que viviste fue real, aunque otros lo hayan minimizado o tú mismo lo hayas olvidado.

Tu cuerpo no está fallando. Está hablando. Escúchalo con empatía. Porque sanar no es olvidar lo que ocurrió, sino dejar de vivir como si todavía estuviera pasando.

Equipo de Psiquiatras Online


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