En la compleja realidad de quienes han sufrido abuso sexual infantil (A.S.I.) en su infancia, cargan con una herida que no deja de sangrar, un dolor que, si no se aborda adecuadamente, se arraiga profundamente y afecta su vida cotidiana. Sienten que esta experiencia violenta ha arrebatado su infancia, dejando una marca en sus almas. Cuando eran niños, perdieron la confianza, se sintieron desamparados y afloró el miedo y la indefensión. Quedó un trauma, una experiencia de horror y brutalidad en la que no dieron su consentimiento ni participaron voluntariamente.
El Impacto del Abuso Sexual en la Vida Adulta
Los niños que se enfrentan a situaciones que no pueden comprender a menudo se sienten culpables, llegando incluso a creer que sedujeron al abusador. Esta culpa, unida a las amenazas comunes que reciben de parte del agresor, quienes les advierten sobre las consecuencias para sus seres queridos si revelan lo sucedido, los sume en un silencio prolongado. Esto prolonga el sufrimiento y da lugar a un trauma profundo que los acompaña a lo largo de sus vidas.
Las secuelas de este trauma infantil se manifiestan en la vida adulta de diversas maneras, como dificultades en las relaciones personales, la sexualidad, la autoestima, autolesiones, trastornos de ansiedad, ataques de pánico, problemas psicosomáticos, depresión y más. El abuso sexual infantil abarca cualquier forma de contacto físico, con o sin violencia, con o sin intimidación o consentimiento. Esto incluye proposiciones verbales, exhibicionismo, explotación y pornografía.
Este tipo de abuso suele ser perpetrado por alguien con quien la víctima mantiene una relación desigual en términos de edad, poder o madurez de desarrollo. El abusador utiliza su posición para someter a la víctima, a menudo recurriendo a presiones, engaños, imposición del secreto, intimidación, amenazas y, en ocasiones, fuerza física.
El Papel de la Familia
En cuanto a si la familia está al tanto del abuso, varía. En algunos casos, los familiares pueden convertirse en cómplices al ignorar lo que sucede debido a razones personales, como la dependencia económica del abusador en la familia. También se debe a la preservación de una imagen de valores morales familiares. En estas situaciones, las víctimas a menudo se sienten revictimizadas por un pacto tácito de silencio.
Otra situación que puede surgir es que la víctima mantenga el secreto y lo revele más tarde en la vida. En el mejor de los casos, es posible que algunos familiares comprendan la situación, pero también hay quienes desacrediten la versión y nieguen lo que sucedió. En estos casos, quienes se enteran y no actúan se convierten en cómplices por ocultamiento de la situación, lo que hace que la víctima se sienta aún más desprotegida.
¿Qué Medidas Tomar?
El proceso de sanar esta herida y convertirla en una cicatriz es un desafío considerable. Una parte fundamental es hablar sobre lo traumático en sesiones terapéuticas. Aunque para la víctima puede resultar difícil, ya que intenta borrarlo de su memoria, es esencial para avanzar. Expresar estos sentimientos reprimidos es un acto de valentía.
Este dolor guardado en secreto durante tanto tiempo es tan abrumador que, cuando se expresa, se siente como una confesión liberadora. Es necesario que se pueda hablar de la experiencia traumática en detalle y abordar los síntomas de manera específica, identificando los puntos más urgentes. A partir de ahí, se debe ofrecer un espacio de escucha activa, comprensión y empatía, permitiendo que el paciente comience su proceso de recuperación.
El objetivo es ayudar a la víctima a procesar la experiencia traumática y comprender que los síntomas actuales tienen su origen en el pasado. Esto permite que se construya un nuevo comienzo subjetivo, donde lo ocurrido se transforme en una cicatriz que, aunque imborrable, no cause más sufrimiento. Es un proceso que puede liberar a la persona del peso del trauma y permitirle avanzar hacia una vida más plena.