La frase “Las personas no cambian” es comúnmente escuchada, pero en realidad, encierra la posibilidad de que alguien pueda aprender a comportarse de manera diferente a lo largo de su vida. Los seres humanos no son máquinas rígidas que repiten las mismas palabras, pensamientos y emociones en todas las situaciones.
Aunque cada individuo tiene su propia personalidad, que tiende a mantener cierta estabilidad con el tiempo, los contextos a los que nos enfrentamos cambian y también nos afectan. Uno de esos contextos que puede influir en nuestro comportamiento es la relación de pareja. Al principio, es común mostrar una actitud complaciente, pero con el tiempo, surgen cambios inesperados en la forma en que nos comportamos.
Una posible razón detrás de estos cambios repentinos en la relación de pareja es que uno de los dos miembros puede haber estado dando más de lo que realmente podía. Esto funciona a corto plazo para mantener la armonía en la relación, pero a largo plazo lleva a problemas.
El motivo principal detrás de los enfados repentinos en la pareja suele ser que uno de los miembros no puede mantener esa actitud complaciente y positiva que tenía al principio. Esto se debe a un temor al rechazo por parte de la pareja, lo que lleva a ser excesivamente atento a las necesidades del otro y a la incapacidad de poner límites saludables.
La necesidad de agradar a los demás es natural, ya que a lo largo de la evolución de la especie, buscar la aprobación de los demás fue crucial para la supervivencia. Sin embargo, a veces sobreestimamos las consecuencias negativas de la desaprobación, lo que nos lleva a evitar conflictos y a desplegar conductas evasivas.
Cuando una persona comienza a enfadarse con su pareja por nimiedades, puede ser porque no encuentra una forma saludable de expresar su descontento hacia ciertas situaciones. Aprender a establecer límites y expresar el malestar de manera asertiva es fundamental en una relación.
En resumen, las personas pueden cambiar a lo largo del tiempo, y los cambios en la relación de pareja es resultado de la incapacidad para mantener una actitud complaciente y de la dificultad para establecer límites. Comunicarse abiertamente y buscar soluciones constructivas es esencial para mantener una relación saludable.