A pesar de su mala reputación, las comparaciones son una forma de aprender nuevos comportamientos que han funcionado desde el principio y se basan en la observación: ver cómo lo hace la otra persona para que yo pueda hacer las mismas cosas, o hacerlo mejor.
Si vemos a otros aprender no hay problema. La parte difícil comienza cuando la comparación se convierte en nuestra guía para saber cómo debemos actuar.
Hacer de los demás el estándar por el cual hacemos las cosas tiene dos sutiles consecuencias: nos llena de inseguridades y, en última instancia, bloquea nuestros propios estándares.
Esto se debe en gran parte a que la comparación es el primer paso hacia la lógica de competir con los demás.
Competitividad
A menudo confundimos “excelentes resultados” con “mejores resultados”. Usamos estos términos como si fueran sinónimos. ellos no son.
La diferencia es que los mejores resultados se determinan con un conjunto de comparaciones.
La medida del éxito no se trata de su capacidad para ejecutar, sino de su posición con los demás. Es decir, entra en la lógica de la competencia.
Muchas veces, con poca conciencia, esto es lo que se refuerza en las relaciones. Cuando decimos “Mi niña es la más bonita de la clase” o “tu presentación es la mejor”, es como un cumplido y, sin saberlo, estamos entrando en el juego.
No se trata de hacer las cosas bien (“tu discurso es cruel”), se trata de hacer las cosas mejor que los demás (“esto es lo mejor”).
Este es el primer paso para mirar a los demás en busca de pistas sobre nuestras habilidades y valores personales.
Cómo pasar de la comparación a la inseguridad
Esta comparación no es aleatoria: tendemos a compararnos con cosas sobre las que nos sentimos inseguros.
Si nos molesta pasar las vacaciones en casa, prestamos más atención a las fotos de playa en la pared. Si alguna parte de nuestro cuerpo se rasca, ahí es donde enfocamos nuestra atención tan pronto como salimos a la calle.
La relación es simple: cuando algo me complica, miro a otras personas para ver cómo lo hicieron. Este proceso tiene su propia lógica.
Usamos comparaciones para ver si lo estamos haciendo mejor o peor que otros.
Entonces tratamos de averiguar si nuestra situación es normal o si deberíamos estar preocupados. Es por esto que este comportamiento se activa ante las inseguridades, pues son los más propensos a la incertidumbre y al miedo al rechazo.
¿Cuándo será un problema?
El problema de usar el mal juicio para apaciguar nuestras inseguridades es que la paz interior que nos brinda es fugaz y esquiva.
Por lo tanto, este proceso se resuelve de una manera más insegura. En este sentido, la comparación se ha convertido en una compulsión.
Cuando está activado, es fácil caer en la lógica de la competencia insoportable para ver quién lo hace mejor y qué papel tengo en el podio del (inexistente) logro social.
Pero lo más inseguro de este proceso es que las comparaciones extremas terminan socavando sus propios estándares.
Porque, si estoy constantemente viendo a otras personas saber lo que tengo que hacer, termino sin saber lo que quiero hacer.
Incertidumbre o necesidad de una hoja de ruta
Todos tenemos dudas e inseguridades, y si lo hacemos lo suficientemente bien, viajaremos por el mundo sin claridad total.
Entramos en la vida adulta con una gran incertidumbre sobre lo que esperamos y si podemos lograrlo. En este caso, los demás pueden ser un estándar de comparación que nos permita determinar si nuestro desempeño es el esperado.
Es decir, miramos a los demás y esperamos que puedan decirnos algo sobre nosotros mismos.
Así, de paso, reducir la inquietante incertidumbre de si somos útiles o mediocres.
Lo malo es que la imagen que nos damos de los demás siempre es borrosa porque por mucho que nos digan, la forma de vivir de los demás no tiene nada que ver con la tuya.
¿Qué debemos hacer en estas situaciones?
Siempre que queramos modificar un comportamiento, debemos empezar por entenderlo.
Sepa por qué sucede y qué papel juega en nuestras vidas. Enojarse o tratar de hacer que desaparezca mencionándolo solo crea más frustración.
Entonces, para reducir las comparaciones, lo primero que debemos identificar son nuestras propias inseguridades.
El problema no es lo que hacen los demás, sino la insatisfacción con lo que haces tú.
No me digas que no sé lo genial que es, dime lo que no te gusta de ti. Cuando las situaciones se manejan de esta manera, surge algo relevante, algo que te dará una guía más precisa para manejar tu propia vida: tu propia opinión.
Equipo Psiquiatras Online