Se debe tener claro que los niños no necesitan modelos a seguir, sino que los dejen ser ellos mismos. No requieren de ídolos a los cuales imitar, sino que les den espacio para que desarrollen su personalidad. No les hace falta identificarse con figuras ilustres o con el famoso de la tele.
Ellos requieren es consolidarse en sí mismo, no necesitan educación que les obligue a mirar fuera buscando patrones a imitar, buscar herramientas para que sean personas únicas, libres y autodeterminadas.
La libertad no significa nada, a menos que esto implique la libertad de ser uno mismo
Durante siglos, hemos considerado positiva la presencia de ídolos y modelos a seguir para jóvenes y niños porque les da una “dirección” y les ayuda a desarrollar los valores que la sociedad espera. Por lo tanto, es difícil imaginar otro tipo de educación. De hecho, no faltan quienes piensan que la educación sin un modelo a seguir es caer en el más absoluto relativismo moral.
Sin embargo, otro tipo de educación es posible. Ya lo tenemos, pero tenemos que retroceder mucho para encontrarlo: tenemos que remontarnos a tiempos presocráticos. Ese tipo de educación enfocada en desarrollar la capacidad de hacer preguntas y pensar por uno mismo produjo grandes filósofos que hoy en día están casi olvidados y en gran medida mal entendidos, como Anaximandro, Heráclito, Ana Xsimides, Parménides, Anaxágoras, Protágoras, etc.
Sin embargo, nuestros hijos no necesitan más ídolos, que los encapsulan en patrones predeterminados de pensamiento y acción, muchas veces opuestos entre sí, lo que lleva a la polarización social. En lugar de que se les enseñe a mirar hacia afuera en busca de ídolos, se les anima a mirar hacia adentro y descubrir quiénes quieren ser. No necesitan establecer estándares demasiado altos que no puedan cumplir o demasiado bajos para reducir su potencial.
Libertad
En definitiva, los niños no necesitan tanto modelos para identificarse como para reducir su riqueza innata a unas pocas etiquetas, sino libertad para explorar y expresarse como personas únicas e irrepetibles. El propósito de la educación no es “ajustar” a un niño de ninguna manera con un patrón preestablecido, sino crear un espacio para la autoexpresión segura que fomente la autenticidad, el pensamiento libre y la autoaceptación.
Equipo Psiquiatras Online