Para nadie es fácil recibir el diagnóstico de una enfermedad larga y compleja, de esas “para toda la vida”. Es importante aprender a vivir con ellas para evitar no tan sólo el deterioro de nuestro cuerpo físico, sino también de nuestra salud mental.
Hemos aprendido un modelo donde el cuidado del cuerpo y de la propia salud se reduce a controles y chequeos médicos periódicos. Las personas reclaman por mejores planes y acceso a la salud, pero se olvidan del rol activo que juegan en su salud global.
Es como si hubiésemos aprendido que nuestra salud está en manos de otras personas y no en las nuestras. Como si enfermar fuera un castigo, o consecuencia siempre de malos hábitos que no pudiéramos cambiar, o simplemente no tuviéramos nada que hacer al respecto.
De alguna manera hemos aprendido a negar las capacidades innatas de nuestro sistema, nuestro propio cuerpo, poder de auto organización, autogestión, auto mantenimiento y evolución.
Caer en esta creencia y enfrentar una enfermedad crónica ciertamente no traerá nada positivo a nuestra vida.
Si examinamos lo que sucede con nuestra psiquis cuando existe un diagnóstico de esta magnitud, la situación se puede volver aún más compleja.
Es común ver cómo los pacientes intentan mejorar sus planes de salud, pero éstos muy pocas veces atienden de manera exhaustiva nuestra salud mental, quedando ella relegada a un ámbito misterioso y azaroso que -en el mejor de los casos- podrán tener acceso a ella las personas que cuenten con mayor poder adquisitivo.
Lo cierto es que a la salud mental no se le ha dado el lugar que corresponde en esta pirámide de bienestar, lo cual se torna francamente dramático cuando las personas deben lidiar con un diagnóstico para toda la vida.
Pocas veces existe un acceso expedito, oportuno y extendido en el tiempo para elaborar los aspectos psicológicos que conllevan aprender a vivir con una enfermedad crónica y con ello “redescubrir las potencialidades de su propia vida, favorecer y fortalecer los procesos que permitan el empoderamiento de la persona y la recuperación de la soberanía individual”, tal como señala el Dr. Damián E. Pelizzarri, en el prólogo del libro “La salud en tus manos: Guía práctica para adquirir hábitos de vida saludables, del autor Dr. Roberto Vitale.
Muchas veces los pacientes no saben qué hacer, cómo mantener la calma y menos cómo proyectar sus vidas.
Las estrategias de afrontamiento, es decir, aquellas conductas, pensamientos y sentimientos que organizamos y planeamos para poder manejar las demandas, externas o internas, colapsan frente a una realidad tan difícil, muchas veces dolorosa, que no cesará, por más que se trate de evadir a través de mecanismo automáticos predilectos, como el consumo de alcohol, drogas y/o cualquier tipo de excesos.
Hay experiencias y situaciones en la vida frente a las cuales debemos simplemente cambiar y re aprender a vivir nuestra vida.
Sí, es cierto, una enfermedad crónica puede significar un giro en 180° y ser vista como “un antes y un después” que puede cambiar radicalmente mi vida, pero esto no significa que el cambio será necesariamente peor.