Ser amable es una cualidad valiosa. Pero cuando esa amabilidad se convierte en una forma de complacer a todos, incluso a costa de tu bienestar, empieza a volverse una carga. La amabilidad forzada no nace del deseo genuino de ayudar, sino del miedo a decepcionar, al conflicto o al rechazo. Y vivir desde ese lugar, con una sonrisa obligada, puede ser profundamente desgastante.
Muchas personas han aprendido desde pequeñas que deben ser amables siempre, incluso cuando no quieren, cuando están cansadas o cuando algo no les parece justo. Les enseñaron que decir no es egoísta, que defender su espacio es grosero, o que su valor depende de ser útiles y agradables para los demás.
El resultado es que terminan diciendo sí cuando quieren decir no, cediendo en cosas que las incomodan o callando para no incomodar. Y por dentro, se acumula el malestar. Aparece la frustración, la sensación de estar siendo falsos, o incluso el resentimiento hacia quienes, sin saberlo, cruzan límites que nunca fueron expresados.
Poner límites no significa ser rudo ni egoísta. Significa ser honesto contigo mismo y con los demás. Es decir lo que necesitas, hasta dónde puedes llegar y qué estás dispuesto a aceptar. Y eso también es una forma de amabilidad, solo que más auténtica.
El primer paso para dejar de actuar desde la amabilidad forzada es reconocer cuándo estás diciendo que sí por miedo y no por convicción. Pregúntate antes de responder si realmente quieres hacerlo o si sientes que no tienes opción. Escucha a tu cuerpo, porque muchas veces la incomodidad se manifiesta con tensión, cansancio o ansiedad.
Después, empieza a practicar límites simples.
Di frases como prefiero no hacerlo en este momento, necesito pensarlo, o ahora no me siento cómodo con eso. Al principio genera culpa, pero con el tiempo descubrirás que esa culpa viene de creencias antiguas, no de estar haciendo algo malo.
Recuerda que poner límites también protege tus relaciones. Cuando actúas desde el esfuerzo constante por agradar, los vínculos se llenan de expectativas silenciosas, acumulación de malestar y desconexión emocional.
Buscar ayuda psicológica ayuda a trabajar la culpa asociada a poner límites y a fortalecer tu autoestima. No estás obligado a gustarle a todos ni a estar siempre disponible. Estás permitido a priorizarte, a decir no y a vivir desde la honestidad emocional.
La amabilidad más poderosa es la que nace desde el respeto por ti. Porque cuando tú estás bien, tu sí también lo es.
Equipo Psiquiatras Online