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Intentar controlarlo todo es nocivo para tu salud mental

La búsqueda constante de control puede surgir del miedo y a menudo encubre una emoción subyacente. Este comportamiento se activa para proporcionar una sensación de seguridad, aunque sea momentánea. Sin embargo, intentar controlar todo no elimina el miedo, sino que lo aplaza temporalmente, lo que puede llevar a que resurja con más intensidad cuando nos relajamos.

Un ejemplo de usar el control para amortiguar el miedo

Imagina el miedo a que tu pareja sea infiel o deje de quererte. Para mitigar este miedo, recurres al control: supervisas su móvil, preguntas constantemente sobre sus actividades, desconfías. Sin embargo, esta búsqueda de seguridad no te brinda tranquilidad genuina. El control es incesante y, paradójicamente, cuanto más lo ejerces, más necesitas para aplacar el miedo subyacente.

La obsesión por el control y sus peligrosas consecuencias psicológicas

Rigidez mental

El deseo constante de controlar todo puede llevar a la rigidez mental, una inflexibilidad en el pensamiento que dificulta la adaptación a distintas situaciones y afecta las relaciones interpersonales. La rigidez limita la comprensión de perspectivas ajenas y opiniones divergentes, lo que puede tener efectos negativos en la salud mental y en las interacciones sociales.

Dificultades para disfrutar

El afán por el control, ya sea en el entorno o en las emociones, limita la capacidad de disfrutar y de dejarse llevar. La constante búsqueda de control reduce el espacio para la espontaneidad y el disfrute, impidiendo que nos entreguemos a momentos de libertad. El placer muchas veces surge al dejarnos llevar y actuar auténticamente en lugar de seguir patrones establecidos para sentirnos seguros a través del control.

Nos hace centrarnos en los resultados y nos olvidamos del proceso

La búsqueda constante de control puede llevarnos a enfocarnos únicamente en los resultados, descuidando el disfrute del proceso. Al obsesionarnos con tener todo bajo control para lograr la perfección, perdemos la oportunidad de disfrutar el camino, como en la preparación de eventos como bodas, fiestas o cenas.

Aumenta nuestra vulnerabilidad

La constante búsqueda de control nos hace vulnerables, ya que al dejar de ejercerlo, nos enfrentamos nuevamente al miedo y la incertidumbre. Surge la preocupación por lo que podría suceder si perdemos el control, generando angustia y ansiedad. Esta sensación nos lleva a retomar el control como una forma de obtener una falsa sensación de seguridad y confianza.

Hace aflorar los pensamientos obsesivos

El deseo constante de control a menudo está relacionado con conductas y pensamientos obsesivos, que pueden ser parte de trastornos como el TOC o el TP obsesivo-compulsivo. Estos trastornos se alimentan de la obsesión por la perfección o el orden, lo que a su vez genera pensamientos obsesivos que causan malestar. Por ejemplo, si necesitas controlar constantemente a tu pareja y no puedes hacerlo, surgen pensamientos obsesivos que te advierten sobre las posibles consecuencias negativas de no tener control.

Perdemos la oportunidad de sorprendernos

Buscar constantemente el control absoluto puede llevar a perder la capacidad de sorprendernos, ya que no dejamos espacio para lo inesperado, las sorpresas y la novedad en nuestras vidas. Al intentar controlarlo todo, calculamos cada detalle y perdemos la oportunidad de disfrutar de momentos agradables y conocer nuevas personas. Esto puede limitar nuestra capacidad de innovar y romper con la rutina.

Equipo Psiquiatras Online


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