Nuestro cerebro es una máquina de emociones, y, llega a ser “adicto” a ciertas sensaciones, incluso cuando no son positivas. Cada emoción que experimentamos activa conexiones neuronales específicas, generando patrones que, con el tiempo, se refuerzan y se convierten en hábitos emocionales.
¿Por qué se “engancha” el cerebro a las emociones?
El cerebro funciona de una manera similar al aprendizaje. Cada vez que sentimos una emoción intensa, sea alegría, tristeza, enojo o miedo, se liberan químicos como dopamina o cortisol que producen sensaciones físicas y emocionales en el cuerpo. Si una emoción se experimenta de forma repetida, empieza a ver este patrón como familiar, incluso “seguro”. Este circuito emocional hace que sintamos la necesidad de revivir ciertas emociones, y, en muchos casos, el cerebro se habitúa más a emociones negativas, como el enojo o la tristeza, que a emociones positivas. Esta “adicción” crea un ciclo que, sin ser conscientes, refuerza nuestros hábitos emocionales.
El impacto de esta adicción en los hábitos de vida
Este nos lleva a actuar de manera automática. Por ejemplo, si el cerebro se ha acostumbrado a emociones de frustración o tristeza, es común que busquemos situaciones que desencadenen esos mismos sentimientos, incluso sin darnos cuenta. Así, podemos perpetuar conductas de evitación, autosabotaje o procrastinación, afectando nuestro bienestar y dificultando el cambio de hábitos. Esto genera un círculo vicioso donde las emociones negativas se reciclan, dificultando el desarrollo de una mentalidad positiva y el establecimiento de hábitos más sanos.
¿Cómo romper el ciclo emocional y transformar hábitos?
Romper este ciclo requiere atención plena y técnicas de autorregulación emocional. Podemos empezar por reconocer nuestras emociones y los pensamientos asociados, sin juzgarlos. Practicar el mindfulness nos ayuda a observar estos patrones desde una perspectiva objetiva. La visualización de objetivos positivos y el desarrollo de una actitud de gratitud también favorecen el desapego a emociones negativas y crean nuevos circuitos de recompensas emocionales. Por último, ejercicios de respiración y actividades físicas ayudan a regular el estado emocional y a reforzar nuevos patrones.
El cambio emocional es un proceso gradual. Aprender a gestionar las emociones nos permitirá reprogramar el cerebro y, poco a poco, cultivar una mente más equilibrada y abierta al cambio.
Equipo Psiquiatras Online