Vivir con una autoestima que sea beneficiosa para nosotros es una de las necesidades fundamentales que todos los seres humanos tenemos. Esta autoestima saludable nos permite experimentar bienestar y construir relaciones positivas. A su vez, es importante reconocer que la diversidad en la naturaleza humana es natural, y esto incluye la introversión.
Es bastante común que algunas personas piensen que aquellos con tendencias introvertidas pueden tener dificultades con su autoestima o que, de alguna manera, la falta de autoestima los lleva a la introversión o al aislamiento social. Esto ha llevado a la propagación de algunos mitos, como una “rueda de emociones” en línea que relaciona la introversión con emociones negativas (es importante destacar que esta rueda carece de base científica y no tiene fundamento). Estos conceptos erróneos sobre la relación entre la autoestima y la introversión son bastante comunes y pueden afectar a muchas personas.
Con frecuencia, individuos buscan ayuda profesional debido a ciertas inseguridades y temores relacionados con sus interacciones sociales. Pueden sentirse incómodos en grupos grandes, tener dificultades para hablar en reuniones o experimentar incomodidad al conocer personas nuevas. La pregunta clave aquí es si estos problemas están realmente relacionados con la autoestima o si hay otros factores en juego que necesitan ser abordados.
Es fundamental comprender que la autoestima no es un objeto que puede ser “alto” o “bajo” y que se gana o se pierde. En lugar de eso, la autoestima es una forma de comportarse y relacionarse con uno mismo, que afecta cómo nos relacionamos con el mundo y con los demás. La autoestima puede ser funcional o disfuncional en función de si se basa en la satisfacción personal derivada de nuestras propias acciones, decisiones y elecciones, o si depende de factores externos, como la comparación con los demás o la búsqueda de validación constante.
La introversión, por otro lado, no se trata de timidez o falta de socialización. Es una forma natural de procesar la información. Las personas extrovertidas suelen procesar muchos estímulos a la vez, de manera superficial, y disfrutan de situaciones estimulantes y sociales. Por el contrario, las personas introvertidas tienden a procesar menos estímulos pero de manera más profunda y analítica. Esto puede llevar a que prefieran la soledad en momentos menos estimulantes y a ser más selectivas en sus interacciones sociales.
La relación entre la autoestima y la introversión radica en la presión social y la falta de autoconocimiento. Muchas personas introvertidas sienten la necesidad de forzarse a ser más sociables o a participar más en situaciones públicas, confundiendo su introversión con timidez o inseguridad. Esto puede llevar a una falta de autenticidad y al agotamiento emocional.
El verdadero problema radica en la falta de aceptación personal. Construir una autoestima funcional y duradera implica tres aspectos clave:
- Autoconocimiento: Comprender quiénes somos y qué necesitamos realmente, más allá de las expectativas sociales.
- Comunicación asertiva: Aprender a establecer límites claros y a comunicarnos de manera honesta, lo que nos permite construir relaciones más auténticas.
- Gestión emocional: Aprender a manejar los miedos e inseguridades relacionados con la aceptación social, lo que contribuye a una mayor autoaceptación y confianza.
Cambiar estas dinámicas lleva tiempo y esfuerzo, pero contar con apoyo y compañía en este proceso puede ser esencial. Profundizar en el autoconocimiento y resolver estas cuestiones a través del cambio y el aprendizaje personal es un camino hacia una autoestima que funcione de manera saludable y sostenible.